Las albóndigas en tomate son un básico – clásico entre los platos tradicionales. Esos que te preparaba tu madre (o padre) y mojabas una barra entera de pan en la salsa. Yo, a falta de tuppers, siempre aprovecho a comerlas en los restaurantes cuando las hay. Y en los bares de carretera en los que paras a echar gasolina en los viajes largos. O en bocadillo en los puestos de las fiestas de prao (maldito coronavirus, devuélveme las fiestas). Bueno… o en Ikea. Siempre es un buen momento para comer albóndigas. Soy como Miquel Montoro: me encantan. Pero por muy buenas que estén las que encuentras por ahí, nunca saben igual que las caseras.
La buena noticia es que no son difíciles de cocinar pero, porque tienen un pero, es que son bastante laboriosas. Todos los guisos necesitan una buena materia prima y tiempo, y este es el ejemplo perfecto. No es la típica receta que vayas a hacer en media hora deprisa y corriendo. A mí me gusta prepararla los domingos. Te pones Spotify y entre albóndiga y albóndiga te echas unos bailes. El buen rollo está asegurado.
Para hacer el plato todavía más perfecto, las acompañas de unas buenas patatas fritas y listo. Te va a encantar ese olor de toda la vida que saldrá de la cocina. Ten cuidado si compartes piso, haz cantidad suficiente para que salgan tod@s de sus habitaciones a pedirte un platito porque es imposible resistirse a estas albóndigas con tomate.
¿Por qué les añado setas?
Si no te gustan las setas puedes prescindir de ellas. No pasa nada. Lo bueno es que hacen que las albóndigas se queden muy jugosas. Mucha gente lo que hace es añadir cebolla o cebolleta picada para conseguir el mismo efecto. Lo que pasa es que soy un poco maniática y no me gusta encontrarme trozos de cebolla en las albóndigas. Por muy cocinadas que estén, se nota y no me gusta la textura que le aportan. Lo dejo a tu elección, pero te recomiendo que pruebes estas albóndigas con setas, te conquistarán.