Podría decir que mis cosas favoritas del verano son: la playa, el mar, volver a Asturias, el terraceo con la familia y amigos, la cerveza con limón, la ensaladilla rusa y el salmorejo. De este último siempre me gusta tener un bote fresquito en la nevera. Lo abres y tienes una cena perfecta en 2 minutos o un acompañamiento maravilloso para la hora de la comida. Le pones un trocitos de jamón y huevo cocido, de esos que todavía tienen la yema líquida, y maravilla.
Lo que más me gusta del salmorejo es que es más basto que el gazpacho. Lo que significa que se tarda la mitad en hacerse que su tocayo tomatero. No hace falta pelar los tomates ni pasarlo por el colador. Y encima es baratísimo. ¿Qué más se le puede pedir a un plato?
Por cierto, aprovecho para contarte que me he vuelto una fan total de los palitos de pan que aparecen en la foto. Me encanta mojarlos en cualquier cosa y por supuesto en este salmorejo no iba a ser menos. Los compré por casualidad el otro día, porque soy una enamorada de los picos y las regañás, y no los puedo recomendar más. Hasta su nombre no puede ser más perfecto: Cañas de Pan – Pan Feo.