El verano pasado me enganché de forma compulsiva a los botes de gazpacho fresco del Mercadona. Me volví loca. Siempre me parecía un buen momento para tomarme un gazpachito. Me di cuenta que me sentaba genial. De hecho descubrí que si sales de fiesta y al día siguiente tienes un cuerpo terrible, lo que viene siendo resaca mortal, te tomas un vasito (o 100) de gazpacho y te cambia la vida.
Este año decidí que, para no dejarme el sueldo en botes de gazpacho, mejor iba a aprender a prepararlo en casa. Y aquí te comparto mi receta. Además así participo en el famoso debate veraniego que siempre acompaña al gazpacho en los blogs y redes sociales y que me encanta. ¿Lleva pan o no lleva pan? ¿Se puede usar pimiento rojo? ¿Con cebolla o sin cebolla? ¿Le echo agua o no?
Os diré que con el gazpacho (igual que con el salmorejo) nunca se va a llegar a un acuerdo. ¿Por qué? Porque en su casa cada uno lo prepara como quiere y como más le gusta. Así que te invito a que, aunque me encantaría que utilizases esta receta como guía, hagas lo que os te la gana. Prueba, cambia y, sobre todo, disfruta. Que recuerda que eso es lo importante.